La magia es terapéutica

Regalamos magia con toda la ilusión para conseguir que la estancia hospitalaria sea más llevadera. Gracias a la magia solidaria conseguimos aportar una dosis extra de ilusión muy necesaria para superar los momentos complicados.

El mago Rufus puede que esté acostumbrado, pero para el espectador ajeno a los días y noches en un hospital de niños, la verdadera magia no sale de la chistera, no. La real la reveló ayer sin ni siquiera saberlo no una enfermera, ni un médico, ni nadie al que la adultez le haya borrado la espontaneidad. «¡Esto funciona mejor que los calmantes», espetó Sandra, una de las niñas ingresadas en el Materno, poco después de ver que de la cartera del maestro de la Fundación Abracadabra ¡salían llamas! «¡Parece fuego de verdad! ¡Ostras, está caliente y todo!», exclamó la pequeña que apenas unos minutos antes había entrado casi obligada, encogida y sin ganas a la sesión de globos, fiesta e ilusionismo preparada para celebrar el Día del Niño Hospitalizado. Ayer, eran 51 los ingresados, pocos para un centro que tiene al año alrededor de 3.000.

Algo parecido le pasó a Dani, de 12 años, improvisado ayudante de mago que por un rato se olvidó de los males que lo retienen desde hace más de dos semanas en el Teresa Herrera. «Le estaba doliendo y míralo ahora», comentaba su padre, Javier Miguélez, entre el público que aplaudió la actuación, y la iniciativa: «Estas cosas están bien, al menos se distraen un poco».

La celebración se notaba también en el ambiente, vestido de globos rojos llenos de besos, parecidos a los pequeños broches-labio de purpurina que en neonatos adornaban desde las mínimas mantitas de los recién nacidos, hasta las solapas de los doctores.

«Intentamos reducir el impacto de la hospitalización todo lo posible, y para ello nos ayudan actividades como estas que se realizan con el apoyo de entidades como las fundaciones Jove, Abracadabra y A3», agradece Jerónimo Pardo, jefe de Pediatría. 

«Es duro, pero inolvidable. A cada persona que se cruzó en nuestras vidas, gracias»

«Si puedes poner algo en mayúsculas, pon GRACIAS», insiste Marta. Ahora, ya está de alta, pero su niña, Lucía, es una de las que ha pasado por un ingreso largo con tan solo cinco años. «Cumplió seis en el Materno», cuenta ahora casi con alegría la mamá, aunque un nudo todavía la ahoga cuando recuerda el día en que, de repente, vomitó y se quedó inconsciente. Viven en Narón y ningún taxi apura lo suficiente contra el miedo. «Llegamos al límite al Arquitecto Marcide, entró directa a la uci», cuenta. Una resonancia reveló que en el cerebro de la pequeña había algo, y una uvi móvil la trajo al Materno. «Ingresó con un pronóstico feo». Tenía lo que parecía una tumoración, «un nido de pus encapsulado que no se sabe muy bien si se produjo por una otitis mal curada o por cualquier infección», explica.

Con la doctora Castro sin despegarse de la niña, esa misma tarde la operaron. «Fueron tres horas en la puerta del quirófano; para ellos, poco tiempo, para nosotros...». Una cicatriz de 18 puntos que el pelo empieza a cubrir, y que no deja de picar, le queda como primera huella de las seis semanas con tratamiento intravenoso para luchar contra la bacteria que, sin saber muy bien cómo, se había colado en su cabeza.

«Entró siendo Lu y salió siendo SuperLu», ríe la madre. Al día siguiente, todavía en la uci, pidió un bocata de jamón. Y lo que al principio era temor, rápido pasó para la pequeña. Se convirtió en la reina de la planta y fue coronada con pasteles, regalos y fotos con todo el mundo cuando sopló las seis velas. «Se adaptó tan bien... por la mañana tenía cole con Rocío y por la tarde iba a la Ciberaula y allí estaba María Comillas. ¿Sabes lo que es saber que, vaya como vaya el día, a las tres de la tarde te vas a encontrar con una sonrisa. ¡Qué trabajo tan bien hecho!», subraya. El hospital se convirtió en un nuevo hábitat para la niña, hasta el punto de que cuando le dieron el alta, Lucía se echó a llorar. «Yo casi me empadrono aquí», bromea. Solo fue dos veces a casa.

«Fue una experiencia dura, pero también inolvidable. A cada persona que se cruzó en nuestras vidas en el Materno solo le puedo dar las gracias», insiste Marta antes de subrayar que «lo que parecía imposible, fue un poco menos difícil; cuando entré, creí que no iba a ser capaz de soportarlo, pero gracias a todos, porque todos lo hicieron bien, con ella y conmigo». Ahora, pendiente de controles, solo espera «seguir celebrando cumpleaños».

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